Viacrucis en la playa por tercer año consecutivo en Cancún

Con el hipnotizante mar Caribe como telón de fondo, alrededor de mil espectadores se dieron cita en playa Delfines para disfrutar de la representación del Vía Crucis que por tercer año consecutivo se celebra en dicho balneario público, con una puesta en escena de 140 actores que interpretaron las últimas horas de la vida de Nuestro Señor Jesucristo.

Bajo un sol de justicia, mitigado por la brisa que de tanto en tanto se dejaba sentir, los presentes fueron testigos del sufrimiento y escarnio de los que fue objeto Jesucristo, encarnado por tercera ocasión por Ricardo Ruvalcaba Maya, en su camino hasta el monte del Calvario.

La representación comienza cuando Jesús, acompañado por sus discípulos, es cuestionado sobre el fin del mundo, a lo que el Señor les responde que no quedará piedra sobre piedra que no sea derribada; al pedirle una señal, Jesucristo es contundente al manifestar “que no les engañen, muchos vendrán diciendo: yo soy el Cristo y engañarán a muchos; las naciones irán contra las naciones, los reinos contra los reinos, habrá terremotos, hambre, terror, señales del cielo, pero el día y la hora nadie los sabe, sólo mi Padre”.

Posteriormente se representa la escena de la mujer pecadora, interpretada por Paola Paz, cuando Jesús está sentado con sus discípulos y le llevan una mujer sorprendida en adulterio pidiendo su muerte; el Señor escribe con su dedo en la arena y pronuncia las palabras: “quien esté libre de pecado, que arroje la primera piedra”.

Más adelante Jesús cura a un endemoniado, representado por Asael Rodríguez, tras de lo cual se representa la Última Cena, con la salida de un Judas interpretado por Isaac Sarmiento, que se encamina al Sanedrín y ofrece su venta por 30 monedas de plata.

Mientras esto sucede, Jesús acompañado de sus discípulos se encamina al monte de los Olivos y se detiene en el huerto de Getsemaní para orar; pide a sus acompañantes que velen para no caer en tentación y se aleja de ellos unos pasos.

Es entonces cuando el Demonio, encarnado por Luis David Pérez, se acerca para tentarle y desde ese momento se convierte en mudo acompañante de todo el resto de la representación, en segundo plano pero siempre presente.

Tras la aprehensión, Jesucristo es llevado ante el Sanedrín y el sumo sacerdote para ser juzgado entre engaños y mentiras, mientras que afuera, Pedro niega a su Señor por tres veces, arrepintiéndose amargamente cuando escucha cantar al gallo.

Jesús es presentado ante Poncio Pilatos, representado por Silvestre Castillo, quien tras interrogarle no encontró culpa alguna; incluso su esposa Claudia, Marcela Ramos, le advierte y comenta que debería quedar libre, pero la presión del “pueblo judío” que exige su crucifixión es tanta, que finalmente accede a la petición, no sin antes ordenar que se proporcione una cruda sesión de latigazos al Mesías, lo que los soldados romanos, encabezados por el jefe de centuriones Malco, interpretado por Liber Castillo, llevan a cabo expeditamente.

La espalda de Jesús comienza a marcarse con varios surcos sanguinolentos que nos dan idea de lo duro del castigo y una vez concluidos los terribles latigazos, de nueva cuenta Pilatos presenta a Jesucristo ante los judíos, quienes reiteran su petición de ser crucificado.

“¿A quien prefieren que se ponga en libertad, a Jesús o a Barrabás?” cuestiona Poncio Pilatos, con la esperanza de que los judíos escojan al segundo –un maleante– a lo que los congregados gritan: “¡A Barrabás, a Barrabás!”, tras lo cual Pilatos, que en ningún momento ve la culpa en el Hijo del Hombre encarnado, se lava las manos. Concluye aquí la primera estación, con la condena a muerte de Jesús, quien carga a cuestas con una cruz bastante pesada, para la segunda estación.

La primera caída, acontecida minutos después en la tercera estación, fue contemplada por locales y turistas que se ubicaron en puntos estratégicos, tanto en la playa como sobre la vía pública, apoyados en los barandales, muchos de ellos con cachuchas, gorros de todo tipo e incluso toallas sobre la cabeza, en un intento de protegerse de los rayos del sol.

En la cuarta estación, Jesús se encuentra con su madre María, interpretada por Lorena Terrazas, un encuentro de corazones en el que madre e hijo se miran con amor mientras una desolada María exclama: “hijo mío amadísimo, qué te han hecho, es inocente, ¿por qué lo han tratado así?”.

La caminata prosigue y en la quinta estación, Simón el Cirineo, encarnado por Alejandro Aceves, es obligado por las huestes romanas a ayudar a Jesús con su pesada carga, pese a sus protestas.

Al llegar a la sexta estación el rostro de Jesús es prácticamente irreconocible bajo la costra de sangre, arena y salivazos; es entonces cuando la valiente Verónica, papel a cargo de Anais Castillo, se acerca al Maestro y con un paño enjuga su cara, cuyos rasgos quedan impresos en el lienzo.

La segunda caída tiene lugar en la séptima estación, cuando un Jesús a punto de desfallecer queda de rodillas sobre el piso, mientras los soldados romanos le exhortan a levantarse y continuar su avance.

El encuentro de Jesús con las mujeres piadosas (Liz Delgadillo, Mari Carmen Ibarra, Mari Carmen Andrade y Gloria Hernández) tiene lugar en la octava estación y tras avanzar algunos metros, Cristo cae por tercera vez todo lo largo que es sobre la blanca arena, exhausto, sin poderse mover por espacio de varios minutos, hasta que finalmente saca fuerzas de flaqueza y, tras levantarse lentamente, prosigue su camino sin soltar la pesada cruz.

Minutos después la comitiva llega al lugar de la crucifixión donde Jesús es despojado de sus vestiduras, que los soldados del César se reparten en cuatro partes iguales, a excepción de la túnica, muy apreciada por carecer de costuras, hecha a mano de un solo tejido, razón por la que echan suertes para ver quién es el afortunado ganador de tan preciada vestimenta.

Y es en la hora tercia, según dice la Biblia, cuando Jesús es clavado en la cruz (en la undécima estación) junto con dos bandoleros, Dimas (Azael Rodríguez) a la derecha y Gestas (Isaac Sarmiento, quien interpretó doble papel al encarnar también a Judas) a su izquierda.

Es entonces cuando un amargado Gestas le dice a Jesús que si realmente es quien dice ser, se salve y les salve a ellos, mientras del otro lado Dimas le hace callar y suplica a Cristo que se acuerde de él, a lo que el Hijo del Hombre responde que desde ese mismo día tendrá un lugar a su lado en el cielo.

Antes de su muerte, emite las palabras “tengo sed”, a lo que un soldado romano responde con una esponja empapada en vinagre que le tiende desde el extremo de su lanza.

Y como a punto está de entrar el sábado, día de descanso total entre los judíos y a sugerencia de los soldados, Pilatos ordena a sus hombres que rompan las piernas de los condenados a fin de que su muerte sea más rápida y no interfiera con la santidad del sábado.

Pero Jesús ya había muerto en lo alto de la cruz minutos antes, tras exhalar en su último aliento las palabras “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”, en la llamada duodécima estación.

Y en la décimo tercia estación, el cuerpo de Jesús es bajado de la cruz por los romanos y entregado a su madre María Santísima, a quien acompañan María Magdalena y otras mujeres.

Y es José de Arimatea, interpretado por Tito de los Santos, quien pide a Poncio Pilatos el cuerpo de Nuestro Señor para ser sepultado; en la décimo cuarta y última estación Jesús es depositado por sus amigos y parientes en el sepulcro; los soldados romanos que custodian la entrada para que nadie entre a robar su cuerpo quedan dormidos, pero despiertan asustados cuando ven que Cristo se ha marchado.