El Estadio Olímpico de Atahualpa fue el escenario donde Chivas se convirtió en una caricatura de sí mismo. Cuesta trabajo recordar una humillación similar para el Rebaño Sagrado, y mucho más complicado significa recordar la forma en que el futbol mexicano quedó expuesto a nivel continental en lo que refiere a clubes.

5-0 en el marcador final es demasiado para un equipo que no quiere saber nada de la competencia continental. Es un resultado que va más allá de la humillación.

Ignacio Ambriz decidió, desde el fin de semana, prescindir para este encuentro de algunas figuras, tanto por lesión como pensando en lo que viene para el “Rebaño”, es decir, el Clásico Tapatío. Nunca antes llegó tan vilipendiado Guadalajara a un encuentro de tal envergadura.

La historia de Chivas fue pisoteada, humillada. Jamás en Copa Libertadores había sufrido tal vejación.

La figura del encuentro fue Matías Alustiza. El argentino se sirvió con la cuchara grande y en ningún momento tuvo piedad al momento de enfrentar a Víctor Hugo Hernández.

Nunca nadie imaginó que el resultado que Chivas necesitaba podía darse en Ecuador, pero con la ventaja aplastante para el equipo dirigido por Carlos Ischia.

Un plantel lleno de suplentes y algunos titulares a quienes parece no importarles la camiseta que defienden, y la historia que ello conlleva. Guadalajara se cae a pedazos.

La historia comenzó a escribirse desde el minuto 17’, cuando el argentino Alustiza convirtió un golazo, al recibir la pelota en un cambio de juego, recortó al tenue Dionicio Escalante y pateó un derechazo potente que liquidó a Víctor Hugo Hernández.

Once minutos después, al 28’, Fidel Martínez desbordó por izquierda, metió centro retrasado para Julio Bevacqua que abanicó en el intento de patear, pero le quedó a Alustiza que definió de derecha, por segunda ocasión en el partido.

Chivas dio más ventajas que mueblería popular, y eso que apenas transcurría media hora del encuentro. Lo peor estaba por venir, en una noche oscura en Quito, que presagiaba con las luces de bengalas y el humo que inundó la anegada cancha del Olímpico de Atahualpa que aún no pasaba la marea.

En el minuto 57’, Jorge Enríquez vio la segunda tarjeta amarilla y se vio obligado a dejar a su equipo con diez jugadores, para ese momento, Chivas ya se desmoronaba a pedazos.

Al 65’, Fidel Martínez, quien jugó en una posición distinta a la acostumbrada, superó con un remate de cabeza, a la defensa. Los jugadores rojiblancos se miraban, Ignacio Ambriz sólo observaba lo que acontecía y poco hizo para cambiar el destino.

Cinco minutos después, al 70’ otra vez apareció el fantasma de Matías Alustiza, quien recibió un saque de banda, hace la jugada individual, se llevó a cuanto defensor se le puso enfrente y le pegó a la pelota para superar otra vez a Víctor Hugo Hernández.

Chivas encontró su epitafio en esta edición de la Copa Libertadores al 87’, cuando Fidel Martínez metió un centro, apareció Héctor Reynoso intentando rechazar, pero la pelota cayó en los botines de Matías Alustiza, quien recetó el quinto gol en el 87’.

Se acabó la historia, y de una forma vergonzosa. Lo de Chivas en Ecuador fue de auténtica pena ajena.