Yo también fui maestra, y entiendo a los que no los toleran

Fabiola Cortés Miranda

Yo también fui maestra, durante varios años di clases de nivel medio superior en las preparatorias del Gobierno del Distrito Federal, y en el Tec de Monterrey. Tal vez por eso entiendo a los maestros.

También entiendo a los que denuestan y están generando una campaña de odio en contra de los profesores, porque la gran mayoría, no tiene la menor idea de lo que es estar al frente de un grupo de 40, 50 o más alumnos, con sus talentos, sus deficiencias y sus personalidades; la buena o mala educación que hayan aprendido en sus casas, sus situaciones particulares, sus problemas, sus fobias, sus filias, sus expresiones buenas o malas del entorno familiar del que provienen; su todo.

Los que piden a gritos que el gobierno saque a los maestros de las calles, que los arrase con la “fuerza del estado”, les ponga un “hasta aquí”, porque están afectando su personalísima vida, lo que demuestran es un egoísmo sin límites y una ignorancia del tamaño del universo.

Los ciudadanos “de primera”, esos que se quejan y piden a gritos que limpien el zócalo capitalino de esos “vagos”, “flojos” y “delincuentes”, nunca han salido de la ciudad de México, y cuando lo han hecho, han viajado a Cuernavaca, Acapulco, Cancún, Las Vegas, Canadá, o a cualquier lugar, menos a un pueblucho de los miles que hay en México, y donde o no hay escuela porque el gobierno del estado tiene gastos “más importantes”, o hay escuela y un solo maestro para atender a los tres o cuatro grupos de diferente grado que están metidos en un salón sin piso, sin ventanas, con pupitres rotos, pizarrones borrosos de tanta tiza que han recibido, y muy lejos de las modernas aulas que desde hace años han prometido los gobiernos que van y vienen. Olvídense de las computadoras, miles de escuelas ni baños tienen y si los tienen están cayéndose de mugre y de viejos por culpa, como dicen autoridades en Playa del Carmen, de los padres de familia… esos que ahora se quejan; porque aunque la educación en México es pública y gratuita, las cuotas “voluntarias” son obligatorias y no alcanzan para nada, y los presupuestos para la educación menos, porque como ven, en los pueblos grandes como Quintana Roo, el Gobernador no sólo saquea el erario y los recursos públicos que se debieran destinar a la educación, sino hasta esquilma los sueldos de los maestros, les descuenta dinero y se lo queda en lugar de cumplir con los pagos obligados con terceros.

Pero eso no lo ven los que piden a gritos y exigen que entren los policías y de una vez por todas limpien las calles; que les descuenten a los docentes, como ocurre con todos los que no acuden a trabajar.

Si con esa misma fuerza exigieran que se les descuente a los senadores, a los diputados, a los regidores y a los funcionarios de “alto nivel” que faltan a su deber y a su empleo, este país sería otro.

Esos que exigen que los maestros ya se regresen a sus estados y dejen de “enchinchar” la Ciudad de los Palacios, creen que los maestros tienen inmerecidos “privilegios” y sólo trabajan unas cuantas horas. Nada más equivocado, los maestros trabajan frente y, muchas horas, atrás de un grupo. A quienes les pagan por tiempo, como ocurre en las instituciones privadas, saben lo injusto que resulta el sueldo de 150, 200 o 300 pesos por hora, porque las horas tras bambalinas, ¿quién las paga?.

Que el magisterio tiene más beneficios que otros trabajadores, sí los tiene, pero no más, y no hay punto de comparación, con los que tienen por ejemplo los trabajadores de Petróleos Mexicanos, esos, que no aportan lo que aportan los maestros a la sociedad, y que el presidente Enrique Peña Nieto, dejó intocados en su gran reforma energética.

Parece que hay demasiado interés y demasiada prisa en desactivar al magisterio

De los diputados que han subido a tribuna para defender la reforma educativa o para mostrar su apoyo a los maestros, cuántos creen que pasen un examen no digamos de cultura general, vaya, ni de proceso legislativo; digamos de lectura, ¿cuántos creen que pasarían un examen de lectura?. Yo creo que ni el 15 por ciento, y eso que muchos, son egresados de escuelas particulares. A los legisladores cuándo los evaluamos, cuándo les revisamos sus prestaciones, sus compensaciones, sus prerrogativas, sus dietas; sus horarios de trabajo. Si los maestros trabajan varios meses al año, los legisladores laboran unos cuantos meses, y su “dieta” no tiene punto de comparación.

Que muchos maestros están comisionados, sí es cierto, igual que la mayoría de políticos, o tal parece que están comisionados porque no hacen nada, y cuando hacen, causan más daño que beneficio. Contra eso, creo que todos estamos. Sí que se eliminen las comisiones. Pero para regresar a las aulas todos esos profesores, que no son ni el 5 por ciento, no se requiere una reforma educativa.

Cuando al PRI le sirvió la gran masa de maestros con su lideresa Elba Esther Gordillo no propuso ninguna reforma, ahora que le incomodan, quiere literalmente exterminarlos, renunciarlos y que se dediquen a otra cosa, a lo que sea.

Si Peña Nieto quisiera mejorar la educación empezaría por revisar escuela por escuela y verificar las condiciones materiales; que haya maestros en todas las aulas, esas aulas donde aún, como cuando usted y yo fuimos a la primaria, aún se usa tiza blanca sobre pizarrón verde…

Ya pasada la reforma educativa porque ya pasó, ahora lo que sigue es el discurso de las autoridades educativas y del Presidente de la República, que dirán que los cambios se verán a mediano y largo plazo que es en realidad igual a nunca.